CARTA A LA MELANCOLÍA.

Hola melancolía, ya te extrañaba en esta habitación, mis ojos necesitaban sentir tus húmedas manos y mi mente y mi cuerpo extrañaban tu tormentosa presencia.

Hace unos días que no me visitas, hace unos días que no me haces compañía en la soledad de mi silencio y complicidad con la vida, hace unos días que no traes contigo a la inspiración, sabes que sin ella mi pecho se ahoga en sentimientos y mi corazón agota recursos de manera inútil, pues mi lengua no se presta a dar forma y elegancia a sus súplicas dolorosas.

No te olvides de mí, solicitada melancolía, recuerda que a un poeta lo dignifica la composición y métrica perfecta de sus palabras, pero lo engrandece el sentimiento que cada una de ellas libera y los secretos que ellas mismas encierran...

¡Oh! hechicera melancolía, sin tu encanto y toque mortuorio mis palabras son frías cual cadáver sin expresión.

Tu odiada alegría trae consigo momentos maravillosos... pero no maravillosas palabras. No te alejes tristeza, quisiera chantajearte y decirte que si te alejas moriré de tristeza, pero no es verdad... tú no me matarías, gracias a ti mi corazón sabe expresarse y lo lastimas tanto que en agonía no lo dejas perecer.

Puedo decir que las palabras amorosas escritas con tristeza y un toque de melancolía desgarran hasta el más solidificado corazón... y con esto quiero decirte que me complace que lo hagan, cada palabra que corta y entra abruptamente en mi corazón es un instante de doloroso placer, que sin estos latigazos a mi azotado corazón no tendría el poder de combinar palabras y armar una luctuosa armonía que desgarre el pecho y humedezca el rostro dejando muda la lengua cuya naturaleza impide quedarnos solos en el agobiador silencio.

Melancolía, sé que no eres buena y tu presencia entristece a cualquiera, pero tu ausencia me destroza y me hace nada...

P.D.: Me alegra que estés aquí de nuevo y no quiero alejarme porque la presencia de mi alegría es tu ausencia y tu presencia mi alegría.