El mundo occidental es una sociedad que reclama emociones fuertes, en la que los pequeños placeres ya resultan demasiado pequeños. Una sociedad de gente sin grandes problemas, que se aburre. Gente a la que hay que estar sorprendiendo para distraerla. Mirones pasivos que piden que se les ofrezca cada día algo nuevo, distinto, insólito: auténticos consumidores de noticias impactantes, de escándalos y desastres.
Gracias a la inmediata interrelación informativa entre pueblos y culturas, por muy distantes que estos sean, hoy es el mundo el territorio en que hallar temas. Ya nada nos es ajeno, en cualquier momento sabemos lo que pasa en cualquier otro lugar. Esta información globalizada facilita tal aluvión de noticias, que siempre habrá algo sensacional a mano que reclame nuestra atención. De tal suerte que lo sensacional se ha vuelto la norma y lo normal ya no interesa. En cada momento habrá un scoop que los medios de comunicación, interesados en retener audiencia, se ocuparan en difundir.
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